Después de una conversación telefónica, me enteré de que mi joven amiguito E. estaba muy mal, presentí su partida y pedí por él con una oración. Esa misma noche , comenzando la Navidad, mi amiguito E., después de tres años de padecer, partió. Días antes él se preguntaba por qué a mí, porque yo siendo un joven de poco más de veinte años debo partir, merezco esta enfermedad tan cruel y tan dolorosa? Unos años atrás también vi como se fue apagando la vela física de mi cuñada, una joven de apenas treinta y tres años que valerosamente enfrentó su enfermedad incurable con alegría ejemplar durante los dos años que duró su proceso. En este caso, nunca escuché una queja de ella, sin embargo ansiaba vivir contra todo pronóstico. Los dos casos son muy semejantes pues los protagonistas son jóvenes y para la sociedad no deberían morir "en la flor de su juventud". Para los amigos del ser querido, así como para los padres, y el resto de la comunidad que ...
Su ciencia y su filosofía desde la óptica espiritista