Después de una conversación telefónica, me enteré de que mi joven amiguito E. estaba muy mal, presentí su partida y pedí por él con una oración. Esa misma noche , comenzando la Navidad, mi amiguito E., después de tres años de padecer, partió.
Días antes él se preguntaba por qué a mí, porque yo siendo un joven de poco más de veinte años debo partir, merezco esta enfermedad tan cruel y tan dolorosa?
Unos años atrás también vi como se fue apagando la vela física de mi cuñada, una joven de apenas treinta y tres años que valerosamente enfrentó su enfermedad incurable con alegría ejemplar durante los dos años que duró su proceso. En este caso, nunca escuché una queja de ella, sin embargo ansiaba vivir contra todo pronóstico.
Los dos casos son muy semejantes pues los protagonistas son jóvenes y para la sociedad no deberían morir "en la flor de su juventud". Para los amigos del ser querido, así como para los padres, y el resto de la comunidad que les rodea, el hecho de la "muerte" es muy impactante, porque nuestra sociedad gira alrededor de la "eterna" juventud , el progreso material, el apego a las cosas, y en donde sólo los viejitos mueren. Nuestra sociedad niega la muerte, principalmente la de los jóvenes, y no paramos nunca para meditar en el asunto.
Para el joven enfermo terminal, el apego es una constante y terrible fuente de angustia , porque estamos acostumbrados a dominar siempre todo lo que nos rodea, sea la naturaleza, los objetos, las personas. Esta ansia de control nos envuelve completamente, distorcionando la realidad y, al final, por medio del dolor , descubrimos que de nada valió todo ese esfuerzo por vivir la vida del modo como la vivimos.
La naturaleza no se inclina ante el hombre, ella obedece a una armonía incomprensible para muchos de nosotros, por lo tanto, la muerte nos viene conforme vivimos, muchas veces por la la misma ley de atracción: atraemos lo que sembramos, y las penas y sufrimientos serán la colecta.
En esta vida, donde nos educamos para negar la muerte, donde el consumismo, el culto a la juventud y al progreso material nos hace incompatibles con ella, nos es muy difícl aceptar y comprender todos los sufrimientos que muchas personas tienen que enfrentar en el momento de la muerte.
Nunca hablamos de muerte, ni el sentido de la muerte, la verdad deveríamos preguntarnos: ¿cuál es el sentido de la vida?
La mayoría de nosotros pasa la vida sin preguntarse nunca hacerca del sentido de nuestra propia vida terrenal, en medio de tantas distracciones, llamese trabajo, estudio, diversiones, compromisos, etc , etc dificilmente logramos preguntarnos profundamente el verdadero sentido de nuestra existencia en este mundo.
Algo muy importante es saber que existe despúes de la muerte y saber de que la muerte no es el fin, todo lo contrario, es el recomenzar a nuestra verdadera existencia, la vida espiritual de la que a veces hablamos pero que solo la vemos reflejada en los santos a los que veneramos. Todos estamos llamados a ella, mediante nuestras vidas susecivas que nos elevan hacia la santidad de la que tanto Jesús nos habló.
El reflexionar sobre el verdadero sentido de nuestra existencia, nos ayuda a ver la vida desde otra perspectiva, la perspectiva de que estamos amando la vida sin apegarnos a ella.
Solamente cuando nos toca muy de cerca , cuando un amigo se va físicamente, siendo precisamente un joven, es que pensamos un poquito en el acontesimiento de la muerte y, sobre que será de aquella persona querida.
Generalmente decimos lo que siempre repetimos, "el (ella) descansó y ahora está en el cielo". Si lo que queremos decir es que está en un plano espirtitual, entonces la respuesta está correcta, pero si pensamos que la persona "ya descansó y esta en paz", eso sólo Dios lo sabe. De ahí la importancia de no olvidar nuestras oraciones amorosas y frecuentes para con nuestros seres queridos: amigos, padres, abuelos, tíos, hijos, hermanos, en fin...seres que ya partieron antes que nosotros y que continuamos amando.
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